Mañana es el gran día y de verdad no me siento muy motivado... He entrenado duro durante 8 semanas para llegar a la cita de mañana, en Koper, triatlón sprint, en el mar Adriático.
Este descenso en la motivación es normal, todo el mundo le pasa alguna vez.
Has recorrido el largo camino, sacrificando y esforzándote mucho, tienes la meta a tocar, entonces, puede ocurrir que tu motivación por alcanzarla disminuya. Primero piensas: ¿tanto esfuerzo para llegar aquí? Me esperaba otra cosa, esperaba sentirme diferente, ya no quiero alcanzar este objetivo, no aún, no estoy preparado... Pero solo es intentar controlar lo incontrolable, el tiempo, intentar frenar el enfrentamiento, el miedo, pero todo llega porque (perdonad el cliché) el tiempo no se detiene y al final, todos tenemos que enfrentarnos a nuestro yo.
Es absurda esta desmotivación previa a la consecución de la meta, no obstante, es inevitable, forma parte de nosotros.
Aunque también es cierto que no siempre aparece, solo aparece cuando tienes el presentimiento o sabes que el trabajo lo has hecho tan bien como has podido o sido capaz.
Por una parte se que al final mi cabeza va a cambiar en el momento de la verdad, de hecho en este preciso instante, está cambiando, noto como algo dentro de mí empieza a moverse y los nervios previos a la competición aparecen.
Pienso que me siento así porque esta vez, no he soñado durante quince días con el triatlón de mañana barajando miles de posibilidades. Esta vez solo hay una, ir.
Tan solo esta noche he tenido una noche plagada de sueños extraños, que no consigo recordar, pero, directamente nada de triatlón.
He luchado mucho en los entrenamientos y no quiero decepcionarme a mi mismo.
Hoy toca centrarse, descansar, confiar en uno mismo, revisar la bici y preparar la mochila para mañana, comer bien y descansar, me siento fuerte y capaz. Ayer estaba asustado, hoy quiero ganar la carrera al miedo.
Mañana tocará ser huracán...
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